Matthieu Ricard, doctor en Biología Molecular y monje budista desde 1978, que fue por los medios de comunicación presentado como el hombre más feliz del mundo, ha escrito un libro final en el que ha querido dar testimonio de lo que ha sido su vida: Memorias de un monje budista (Arpa). ¿Y cual es una de las esencias que ha descubierto según una entrevista sobre el libro que le he leído?:
Que uno nace cuando le encuentra un sentido a su vida.
Este descubrimiento de Matthieu está muy relacionado con lo que dice San Lucas que nos dijo Cristo, ¡Ay de ti¡. Si ahí de cualquiera de nosotros si no encontramos el sentido de nuestra vida, porque habremos nacido, durado, pero no vivido.
Cada uno de nosotros, en nuestro ambiente, tenemos cada día, es decir hoy, oportunidades de obrar conforme a ese sentido de nuestra vida, si estamos dispuestos y atentos a ello, claro. Tú ahí en tu vida civil y laboral, yo en la mía.
El enfoque de la vida de Cristo no se centra en poseer personas o cosas, ni siquiera prestigio o poder social, ni mucho menos en pasárselo bien y vivir en el momento lo mejor posible. Era y es otra mirada del mundo, distante del aquí, y centrado en el amor.
El sentido de la vida que enseñó Cristo se basa en la fe en la existencia de un Dios que es Amor pleno, que quiere que vayamos a Él, y en mantener viva la esperanza de que siguiendo sus enseñanzas caminamos hacia Él.
Esa fe mantiene la decisión y el esfuerzo de los verdaderos cristianos desde hace 2000 años. Si bien en este tiempo siempre ha existido paja y trigo, buenos cristianos y lobos disfrazados de cristianos.
Porque el Espíritu cristiano no encaja en sociedades capitalistas o comunistas basadas en un materialismo. Sociedades occidentales que han llegado a confundir la libertad con las posibilidades de elección y de hacer lo que a uno le da la gana en cada momento, o comunistas en lo que el interés del Estado está por encima de la libertad del hombre en todo caso.
Los peregrinos cristianos intentan dar al cesar del momento lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios, pero su jefe como persona no es el Poder mundano existente, sino Dios, y eso cabrea a los jefecillos del momento.
El cristiano se sabe tan humilde como una oruga de este mundo, pero también tiene la convicción de que será mariposa en la eternidad.
Antes se pone en manos de la Divina misericordia que, del jefe político o económico del momento, tanto para lo bueno como en los momentos duros de sufrimiento, y seguir ese valor le infunde seguridad y le da coraje en su caminar.
No busca su “buena vida”, sino “la mejor vida posible para todos” en el ambiente que considera tiene el deber de interactuar, sin huir de las dificultades, sino afrontándolas con coraje y paciencia cristiana.
Cristo predicó con el ejemplo, de forma que el Enviado de Dios afrontó hasta la muerte su destino, y fue un destino de cruz. No tenía una casa como la mayoría de los hombres, ni un trabajo formal de los que se clasifican en las oficinas de empleo, ni dejó herencia material.
Su familia y amigos no eran sus padres o los más conocidos, sino los hombres que creían en su Verdad, y trataban de llevarla a efecto cada día, sin importarle su pasado.
Y los once hombres que finalmente le siguieron, con María, trasformaron un imperio, como el fermento transforma la masa.
¿Qué fue lo que permitió al cristianismo crecer en el convulso Imperio Romano?
Desde luego el sentimiento del Espíritu Santo que les otorgó una fortaleza psicológica y paciencia sobrenatural, y el amor que imperaba en su comportamiento y relaciones.
No oculto que también hubo un error colectivo, precisamente desde el punto de vista cristiano, contrario a Cristo, desde el siglo V, que fue la “fuerza física” de la Iglesia, respaldada por el poder del Estado, que también ayudó a imponer el cristianismo, este, en su mayoría falso, en el mundo.
Creo que la opción personal de volver a una vida basada con rigor en el Camino de cristo primitivo ayudaría a vivir con sentido en la convulsiva sociedad actual, a nivel personal y a nivel familiar, y por ello traigo esta reflexión a este blog, amigo lector, y frente a la misma sobran ya las palabras, y debe volver el silencio para su reflexión.
Un abrazo y ánimo.