En la vida sólo hay querer,
y ese querer es asumir a Dios,
y ese asumir a Dios,
nuestro más alto querer,
es lo que nos hace poder,
pues no hay barrera insalvable
ni obstáculo
que no se pueda esquivar,
o derribar, si hace falta,
la simple razón no es un cimiento inquebrantable,
ni es la fe un parche a la sinrazón,
ni mucho menos un paliativo
a la consabida,
y aun aceptada injusticia,
es la necesidad insatisfecha
del ávido humano
y su satisfacción al mismo tiempo,
una sed insaciable ya saciada,
como la sed de un crucificado a punto de morir,
cuando sabían, Él y el Universo
que nadie le iba a dar agua.
En la vida sólo hay querer,
creer, inmutable y sagrado
que nos brinda la posibilidad de una ascesis
por el camino del amor,
tan familiar y desconocido,
tan real y tan ficticio,
tan visible y tan velado,
tan literal,
pero tan alegórico y paradójico.
En la vida sólo hay querer,
las piedras del deseo fustigantes,
los anhelos,
que instigan al alma,
el arte, que eleva las conciencias,
proyecta los sueños
y crea a veces falsas
expectativas de verdad.
La vida es la contradicción de la muerte,
la corrupción, más la infinitud,
el pasar del quedarse,
la esclavitud de ser libres,
el sufrimiento de la felicidad.
En la vida sólo hay querer,
una férrea seguridad de vacío y pobreza;
en la vida no hay que vivir,
no es preciso ni siquiera sentir,
tan sólo hay que saberse amado,
y eso es lo suficiente para amar,
y amar es ser en el Ser.
HORTENSIA