En esta vida pocas cosas son seguras, permanentes. Ni siquiera estar vivos.
Así pues, no es permanente nuestro matrimonio, ni nuestra condición humana de padres o hijos. Ni nuestra razón o nuestra salud es segura. Mucho menos nuestros ingresos y patrimonio.
Lo más eterno que podemos experimentar en nuestra vida vendría de un verdadero encuentro con Cristo.
Llegar a sentir que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, y que nadie llega a Dios sino por Él (Juan 14,6-14).
Lo más trascendente por tanto es seguir o no el Camino de Cristo, con ÉL en la oración, o vivir sin Cristo.
Vivir fielmente el mensaje de Cristo, desde que se levanta uno, hasta que se acuesta, día a día, o seguir solamente lo que nos indica nuestra razón.
Seguir a Cristo a pesar de todas nuestras tentaciones, el ambiente, la degradación de la sociedad, o seguir sólo a nuestra razón o una determinada ideología o religión.
Cuando por Cristo nos comportamos con amabilidad y ofrecemos también en su nombre un servicio a los demás, o mostramos misericordia a los menos afortunados; cuando ayudamos a aliviar el dolor y el sufrimiento que está a nuestro alrededor, entonces ciertamente estamos siguiendo el Camino de Cristo.
Todos tenemos tentaciones, deseos egoístas. Miedos, desesperanza tras ciertos golpes de la vida. Muchas circunstancias pueden sacarnos del Camino, o incluso hacernos perder el Camino.
Ser conscientes que eso puede pasar, y nos pasa; es uno de los motivos de la importancia de caminar con otros peregrinos cristianos que nos animen, nos den ejemplo o en un momento dado nos ayuden a seguir a Cristo.
Es fácil, pero muy fácil, caer en esas tentaciones que no nos reportan verdadera paz, muchas veces frustración, incluso desesperación, y pérdida de tiempo o de nuestra energía positiva y dolor. A veces cuanto mejor parece, peor. Cuanto más, menos. Por eso debemos siempre estar alertas en el Camino.
Moisés abordó este tema hace 3.500 años cuando su pueblo estaba a punto de entrar a la tierra prometida. Les advirtió de no olvidar a Dios, porque él sabía que una vez que «construyeran casas donde habitaran» sus corazones se enorgullecerían y se olvidarían de Dios (Deuteronomio 8):
«1. Cuiden de cumplir con todos los mandamientos que hoy les ordeno. Si lo hacen, vivirán y se multiplicarán y serán dueños de la tierra que prometió Yavé con juramento a sus padres. 2.Acuérdate del camino que Yavé, tu Dios, te hizo recorrer en el desierto por espacio de cuarenta años. Te hizo pasar necesidad para probarte y conocer lo que había en tu corazón, si ibas o no a guardar sus mandamientos. 3.Te hizo pasar necesidad, te hizo pasar hambre, y luego te dio a comer maná que ni tú ni tus padres habían conocido. Quería enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boca de Dios es vida para el hombre. 4.Ni tu vestido se ha gastado, ni tu pie se ha lastimado a lo largo de estos cuarenta años. 5.Comprende, pues, que del mismo modo que un padre educa a su hijo, así Yavé te ha educado a ti. 6.Guardarás los mandamientos de Yavé, tu Dios y seguirás sus caminos; a él habrás de respetar. 7.Pues Yavé, tu Dios, es el que te introduce a esa tierra buena, tierra de arroyos y de vertientes, de aguas subterráneas que brotan en los valles y en las montañas, 8.tierra de trigo y de cebada, de viñas e higueras, de granados y olivos, tierra de aceite y miel; 9.tierra donde el pan que comas no será racionado y donde nada te faltará; tierra donde las piedras tienen hierro y de cuyas montañas extraerás el cobre. 10.Comerás hasta satisfacerte y bendecirás a Yavé por el buen país que te dio. 11.Por eso, guárdate de olvidar a Yavé, tu Dios, descuidando los mandamientos, los preceptos y las normas que yo te prescribo hoy. 12.No sea que cuando comas y quedes satisfecho, cuando hayas construido casas cómodas y vivas en ellas, 13.cuando se multipliquen tus ganados, cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten tus bienes de toda clase, 14.tu corazón se ponga orgulloso. No olvides a Yavé, tu Dios, que te sacó del país de Egipto, de la Casa de la esclavitud, 15.y que te ha conducido a través de este desierto grande y terrible, lleno de serpientes abrasadoras y escorpiones, tierra árida donde no hay agua. Pero para ti la hizo brotar de una roca dura, 16.y te alimentó en el desierto con el maná, que no conocían tus padres. Así que te hizo pasar necesidad y te puso a prueba, para colmarte mejor después. 17.¿No podría ser que digas: «Con mi propio esfuerzo me conseguí esta buena situación»? 18.Más bien acuérdate de Yavé, tu Dios, que te dio fuerzas para conseguir este bienestar, cumpliendo así la alianza que bajo juramento prometió a tus padres, como en este día sucede. 19.Pero, si olvidas a Yavé y sigues a otros dioses, si les das culto y te postras ante ellos, te advierto desde ahora que perecerás sin remedio. 20.Del mismo modo que Yavé destruyó las naciones que les cerraban el camino, así también perecerán ustedes si desobedecen a Yavé, su Dios.»