A este mundo venimos
para vivir y morir,
son etapas, son pasajes,
ligados unos y otros,
todos ellos con un fin.
La niñez, la adolescencia,
la plenitud, la edad madura,
son montañas que ascendemos
para luego descender
y llegar pausadamente
a la edad de oro, «la vejez»…
Esta palabra impresiona,
no debía ser así,
pues también tiene su encanto
su meollo y su valor,
es cuestión de encaminarla
con paz y aceptación,
ya que ella nos dirige
al no va más ¡a Dios¡.
Adiós diremos al cuerpo
al achaque y al dolor,
más nuestra alma se irá
allá donde nuestras obras
la han encauzado en la vida
pero Dios, es nuestro Padre,
y como tal, nos querrá,
obremos pues, como hijos,
y estaremos a su lado,
esto sí para siempre
para toda la eternidad…