Los defensores españoles de El Caney fueron ejemplo vivo de valor humano, fidelidad y abnegación, trasladables al sistema de valores universal de la vida personal y familiar de hombres y mujeres de bien, de hoy y de siempre, y por eso trajimos su recuerdo a este blog.
Pero también lo fueron los miles, millones de cristianos que dieron, han dado y están dando su vida por el Reino de Dios y en nombre de Cristo.
Hoy, como nunca antes lo hizo, el ejército del maligno está desembarcado, tomando posiciones y atacando por el mundo. Pretende dominarnos. Probablemente, si no ha entrado ya en tu ambiente, lo tienes cercano, superando al ejército del bien que te rodea, que ha comenzado su retirada, y se está atrincherado en lugares estratégicos.
Cristo ha dado la orden de defender cada uno, colectivamente de ser posible, nuestro puesto en el Reino de Dios. Llevar a efecto el evangelio, en el ambiente de nuestro puesto en la vida, y ayudar a los demás también a hacerlo, si podemos.
Dice el Evangelio (Mt 16,21-27) que Cristo nos dijo: Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará.
Porque, ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?.
En otro momento les dijo: Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos, pero el que persevere hasta el fin, se salvará. Esten preparados.
Tened ceñidas vuestras cinturas y encendidas las lámparas, y estad como quienes aguardan a su amo.
Por tanto, como Vara de Rey hizo, frente al previsible ataque del mal, intento fortificarme en lo posible y estar alerta. En cualquier momento el ataque o la emboscada puede producirse. Con tentaciones o de mil maneras, como la muerte de un ser querido, un desamor, una penuria o daño patrimonial, una pérdida de empleo, o una enfermedad.
Conviene que con prudencia lo advirtamos a los demás cristianos y no cristianos libres, que no han caído como prisioneros del mal. Intentar unir fuerzas para repelerlo, y en todo caso conocer con quién, y con qué refuerzos cuento.
Preparar la llegada del ataque, como si fuera hoy. Todo lo caduco, lo dañoso y lo que no sirve -el miedo, el desánimo, la desconfianza, la tristeza, la cobardía-, todo eso, fuera de nosotros.
Cristo advierte que no nos rindamos nunca. En todo caso, de no ser posible mantener el puesto con arreglo a las fuerzas que tengamos en relación al ataque, intentar una retirada lo más ordenada posible, y en último caso, defender el puesto hasta la muerte.
Es un combate constante.
Una batalla a muerte.
Caer prisionero no es opción.
No caben treguas ni concesiones.
Cristo es mi general.
Mi fuerza el Espíritu Santo.
Darlo todo, mi lema,
Y mi grito,
!Ultreya!