El menor Juan cuando subió a las dependencias del Equipo Psicosocial acompañado de su madre se encontró con Eika, una perra con mirada dulce, y tranquila, que le miró moviendo el rabo.
Desde que la acarició y la abrazó, y le dieron su correa, ya no se despegó de ella.
Venía muy intranquilo, con ansiedad, pues tenía que ser explorado por un juez.
En Madrid Dogtor Animal es una empresa que presta servicios a la Consejería de Justicia de apoyo con perros en las declaraciones de menores, y llevó a Erika, una de sus perras a las dependencias donde tenía que declarar Juan.
La timidez de Juan se disipó en el momento en el que se encontró con la perra, que estaban en la entrada de la oficina esperándole. Nada más verle, le ofrecieron la correa de Eika y Simón ya no la soltó hasta al final. En ese momento empieza la magia. Se convierten en un tándem.
Antes de entrar a la sala, perro y niño pasan un tiempo juntos, juegan, hacen ejercicios de habilidades con el animal y cuando las endorfinas ya empiezan a hacerse visibles, entran a declarar.
Si existe en las dependencias, este proceso puede hacerse en lo que se conoce como una cámara Gessel. Una habitación que se separa por un espejo espía de otro segundo habitáculo en el que está el juez, el fiscal, el secretario, los abogados y, algunas veces, el acusado.
Desde allí las partes escucharán el testimonio de Juan que estará siendo interrogado (previa conversación con el juez y el fiscal) por un psicólogo/a o trabajador/a social que lleva un pinganillo para recibir indicaciones de la sala contigua.
La sola presencia y el contacto del perro hace que el niño se muestre notablemente más tranquilo, más abierto a comunicar y a tomar esta situación extremadamente delicada como una actividad que le reporta sensaciones cálidas y tranquilas.
En esta exploración del menor no estará el Juez y el Fiscal en la Sala, y se llevará a cabo por el psicólogo/a con la ayuda del perro, entrenado para ello. Son animales equilibrados para equilibrar a personas.
Juan, concretamente, tuvo a Eika pegado a su pierna durante los 20 minutos que duró la declaración y, mientras relataba todo lo que había visto en casa, no dejó de acariciarla.
Esta forma de explorar se basa en diferentes estudios que prueban cómo un animal de asistencia provoca que a nivel fisiológico se reduzcan los indicadores de estrés, baje la tensión arterial, el ritmo cardíaco y ayude a que los menores puedan estar más proactivos en la testificación o al menos emocionalmente más positivos.
Muchos niños tienen ansiedad anticipatoria, es decir, que el hecho de pensar que tienen que ir a declarar les dificulta su calidad de vida en casa incluso en lo conductual o lo emocional. Peques que incluso dejaban de dormir, o de comer, incluso se autolesionaban y no querían declarar.
Los perros están previamente seleccionados y adiestrados. Tienen que ser animales equilibrados para equilibrar a personas.
Cuando Juan salió de la sala Gesell, después de desgranar cada detalle de aquello que el día anterior no quería contar, se puso un rato más a jugar con el animal. Entraba así en la tercera fase de la exploración, la que los expertos llaman “cerrar al menor emocionalmente”. Es importante que no se vayan con la emoción abierta. De nuevo, Eika hizo de las suyas. Levantó la pata, se escondió, mostró cómo respondía a las órdenes con estoicidad y se hizo un retrato con Juan, que se fue sin tanta tensión como si no hubiera conocido y estado con la perra.