Son tiempos duros, tiempos de soledad, de desamor, de duelos, de paro. El covid-19 ha provocado un auténtico tsunami en la salud mental.

Afrontar la realidad y las dificultades de la vida conlleva sufrir estrés y aflicción. La aceptación de nuestros sentimientos es el inicio de una sana resiliencia.

Cuando intentamos ignorar los pensamientos, recuerdos y sentimientos negativos estos se hacen más persistentes.

Con la falsa positividad perdemos capacidad para adoptar soluciones y habilidades con las que afrontar la realidad.

En la relación de pareja y con nuestros hijos y allegados esta es una cuestión capital.

Etiquetando correctamente nuestras emociones facilitamos clarificar nuestros sentimientos reales, y el porqué de ese sentimiento, lo que es una información fundamental para el análisis de lo que realmente sentimos, y como debemos actuar o que debemos modificar en nuestras vidas para superar eses sentimiento, ese pensamiento, en consonancia a lo que realmente queremos, con lo que deseamos ser, con nuestros valores.

En la película de Pixar, Del revés (Inside Out), de 2015, aparecían cinco personajes que representaban las emociones que sentía en su interior la protagonista: eran Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y el Asco.

En un estudio de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), se han llegado a identificar 27 categorías diferentes de emoción y se encuentran conectadas.

De estas emociones vamos a interesarnos por el aburrimiento y la ansiedad.

I. ABURRIMIENTO

El aburrimiento es un estado emocional desagradable que suele ocurrir cuando, pese al deseo por hacerlo, la persona no consigue estar implicada en una actividad que le provoque satisfacción. Ante esta situación, se siente un decaimiento anímico.

Aunque tiene un sustrato biológico, es una emoción no básica y con un marcado matiz social. Pero es un sentimiento muy destructivo de la relación de pareja.

Rafael Penadés, psicólogo del Hospital Clínic de Barcelona, define el aburrimiento como un estado de ánimo que surge cuando la falta de actividad se percibe de forma negativa.

Estamos en la era de la hiperproductividad y tenemos el rol de trabajadores y cuando de repente ese rol desaparece o se modifica, nos falta algo. Parece que las horas no pasen y esa sensación provoca inquietud e irritabilidad en muchos casos.

El poeta Baudelaire dijo: “Hay que trabajar, si no por gusto, al menos por desesperación, ya que está comprobado que trabajar es menos fastidioso que divertirse”… y además porque “el ocio, sin fortuna, aumenta las vejaciones producidas por las deudas”.

Algunos psicólogos y neurólogos han buceado en sus causas y efectos. Una de las mayores expertas es la psicóloga inglesa Sandi Mann, autora de “El arte de saber aburrirse”, afirma que es saludable aburrirse un poco cada día. Su diagnóstico es que hoy en día nos aburrimos más porque vivimos en una hiperactividad cognitiva, en un zapping cultural, informativo, afectivo que nos conduce a una espiral de entretenimiento y de actividad. Además, estamos influidos por prejuicios como el que identifica el estrés y una vida ajetreada con ser alguien profesionalmente relevante.

Por tanto, cuando frena la actividad, la persona siente un vacío, teme no saber qué hacer. La sociedad digital, en contra de lo que se cree, favorece ese aburrimiento y hace que lo toleremos peor.

En la misma línea, John Eastwood, de la Universidad de York (Toronto), señala en The unengaged mind: “Somos receptores pasivos de estímulos. Si me aburro, me evado en internet o con una película, pero el aburrimiento es como las arenas movedizas: cuanto más nos movemos, más rápido nos hundimos”. Cada vez necesitamos más imputs, más novedad. “Ya no toleramos la rutina de la vida cotidiana. Debemos desacelerar y abrazar el aburrimiento”, añade Mann. De ese modo, el cerebro buscará vías de escape.

Aburrirse puede ser un buen motor de cambio, de redirigir nuestra vida. Podemos aprender algo de nosotros mismos, puede ser el punto de partida de algo positivo. Si una pareja utiliza este tiempo de calma chicha puede ordenar su casa o encontrar nuevos objetivos que les ilusione conseguir o hacer juntos. Si uno se mantiene siempre en la hiperactividad  para sentirse activo, es más difícil que surja una nueva idea y mucho más que compartamos nuestros objetivos con la pareja.

En 2016, el Journal of Experimental Social Psychology afirmó que aquellos que aceptan aburrirse “son capaces de desarrollar ideas más originales”. También un estudio realizado en 2018 por las universidades Australian National, Nanyang Technological y el Singapore Management concluyó que el aburrimiento es una fuente poderosa de creatividad y productividad. Se llegó a esa conclusión tras distribuir a los participantes en dos grupos. Al primero se le encargó una labor monótona, clasificar judías, y al otro, una preparación más laboriosa. Al acabar, se vio que el aburrimiento del primer grupo impulsó una cantidad de ideas mucho mayor que el segundo. Y se comprobó también que para que surja esa creatividad es preciso que las personas aburridas tengan curiosidad, capacidad de aprendizaje y de controlar sus emociones. Cuando se dan estas condiciones, la mente aburrida busca vías de escape, soluciones inesperadas para los problemas.

Esta emoción sin emoción, como también se la ha llamado, es la antesala de la creatividad. La creación, aunque sea minúscula, combate el tedio.

Como dijo Unamuno “el aburrimiento es el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor”.

Penadés recomienda dedicar unos minutos al día a escribir, pintar o fotografiar o simplemente pensar sobre lo que está sucediendo, construir un relato de nuestra realidad extraña que vivimos.

Es buen momento para reordenar las prioridades vitales, las relaciones afectivas, decidir desprendernos de las cuestiones que realmente no necesitamos para avanzar.

II. ANSIEDAD

La ansiedad es una emoción de inquietud extrema, caracterizada por una marcada excitación e inseguridad a ciertos estímulos que asociamos como negativos, a fobias, obsesiones, manías o incluso aparece sin que a priori haya una razón.

La ansiedad y el estrés tienen mucho en común, pero no son exactamente lo mismo. El estrés es una respuesta de nuestro cuerpo a situaciones que percibimos que no podemos controlar. Normalmente, cuando desaparece la situación que lo genera, el estrés remite.

La ansiedad, en cambio, no es tan específica y las sensaciones de temor e inseguridad que se experimentan no están tan relacionadas con un hecho concreto.

Las dudas nos suelen ayudar a discernir, a solucionar problemas, a llegar a conclusiones. Sin embargo, la incertidumbre y dudas mantenidas en el tiempo que pueden ser la fuente de la ansiedad y el miedo.  Hay un tiempo para decidir y tomada la decisión hay que evitar la procastinación, la abulia y la acrasía.

Además, la ansiedad se suele experimentar de forma anticipada, es decir, por algo que aún no ha sucedido y que, en realidad, no sabemos si sucederá o no. O, incluso, permanecer cuando la causa ya ha desaparecido.

Por ejemplo, la atención constante a un familiar enfermo se convierta en una fuente de estrés y genera ansiedad. Es lo que se conoce como el síndrome de sobrecarga del cuidador.

Pero ni el estrés ni la ansiedad son malos en sí mismos. Son reacciones naturales y necesarias para mantener la motivación y la capacidad de actuar en el día a día.

No obstante, si se sostienen en el tiempo a un alto nivel, pueden generar malestar, interferir en las actividades diarias y alterar el sistema inmunológico, haciendo a la persona más propensa a padecer enfermedades.

Hay enfermedades y trastornos como la dermatitis, alopecia, hipertensión, migrañas, úlceras gástricas, hongos, herpes, parálisis facial, gastroenteritis, contracturas, lesiones, bulimias que se precipitan por la ansiedad.

Si poco a poco generamos unas rutinas saludables, evitaremos más fácilmente este sentimiento.

Desde luego, si seguimos conservando, por no decir reforzando, nuestros hábitos adquiridos, a no ser que se produzca una gran convulsión en nuestra existencia, nuestros rasgos de carácter se mantendrán estables, o en todo caso se agravarán. Por el contrario, si aceptamos que hay cosas que mejorar en nuestra manera de ser y nos aplicamos con decisión a la tarea, es perfectamente posible cambiar, evolucionar.

Te propongo diez herramientas para luchar contra la ansiedad:

  1. Tener un ideal de altura que sea el centro de tu vida, un destino en el que se enmarcan tus metas diarias. Un mástil de tu barco del que cuelgas las velas que son las metas.

La fe por eso es muy positiva. Saber que nuestro final es alcanzar la gloria estimula a superar las dificultades que nos llevan a pensamientos y sentimientos negativos y por ello a superar dichos sentimientos sustituyéndolos por pensamientos o acciones positivas para avanzar hacia ese destino.

2.Recuerda tus valores, tus fortalezas, y apóyate en ellos. Dedica un tiempo cada día para recordarte lo que has hecho de positivo con tus valores y fortalezas. Los logros de cada día que nos acercan a nuestro ideal.

  1. Verificar tus afectos y comunicar regularmente con gente que te quiere: a veces se nos olvida lo indispensable que es el apoyo social y familiar para salir de los momentos difíciles. Expresar lo que sentimos a alguien que nos quiere, que nos escucha y que nos puede aconsejar es positivo para evitar la ansiedad o para salir de ella.

https://www.facebook.com/Javier.Iriondo1/videos/1860883587263872

  1. Avanzar en el autoconocimiento.

Cada persona sufre unos síntomas diferentes de ansiedad. Cada uno tiene unos pródromos. Son los avisos iniciales que nos manda el cuerpo, como por ejemplo estar una temporada larga con dolores de cabeza, con dificultades de sueño, con cambios en la alimentación, más apáticos. Lo que solemos hacer es precisamente normalizar estos toques de atención, en lugar de pararnos a pensar el por qué están ahí.

Si estamos atentos a ellos, podremos frenarlos utilizando nuestras propias estrategias, buscando actividades que nos ayuden a relajarnos, a reducir ansiedad, poniéndonos más serios con las horas de descanso, hábitos de alimentación y rutinas diarias, porque, aunque parezcan aburridas, sentir el control y la seguridad de qué es lo que toca en cada momento, nos ayudará a sentirnos menos ansiosos.

  1. La oración diaria y adoración al Santísimo para los que tienen fe.

Jesús dijo a sus discípulos: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.

Siguiendo a Cristo y con la ayuda del Espíritu Santo podremos dominar los diablos que todos llevamos dentro y hacer que estos trabajen en pos de perfeccionar nuestro espíritu y poder avanzar hacia la Gloria o santidad.

Es importante también la meditación.  Incluyo esta herramienta en este apartado, pues puede ser útil a todas las personas, cual fuere su credo y condición, y porque la oración en definitiva es la meditación del creyente.

Nuestra mente es tan universal como salvaje. Pero con la meditación podemos hacer que esta facultad del hombre este en consonancia con su conciencia y valores, en vez de a merced de sus propios caprichos, y esto sólo lo lograremos con control, disciplina y entrenamiento.

Una técnica para momentos que nos generan tensión puede ser: 1) Tómate una pausa para respirar y sentir cómo inhalas y exhalas durante 10-15 segundos. 2) Hazte una pregunta: ¿Qué requiere el amor en esta situación?. La primera pregunta nos relajará y nos oxigenará, centrándonos en el momento. La segunda pregunta nos da la respuesta a la actitud correcta.

Si queréis ser felices en la vida y en vuestro matrimonio o relación de pareja, en toda situación difícil haceros la segunda pregunta antes de hablar o actuar: ¿Qué requiere el amor?

Cada vez más investigaciones están avalando la idea de lo positivo de tomarnos una pausa y realizar breves meditaciones antes de enfrentarnos a una situación concreta como una conversación con nuestra pareja o con un hijo en una crisis, o un juicio. La creencia de que uno tiene que meditar durante una hora cada día para que verdaderamente le sirva para algo ha sido refutada.

  1. Ejercicios de respiración cuando nos sintamos estresados, y cada mañana hacer ejercicio aeróbico.

https://www.youtube.com/watch?v=hqJZR4d80D

7. Tomarse descansos. Y cuando nos cause problemas en el sueño relajarse cuando toque, procurando sea a la misma hora, y centrarse en el descanso, procurando levantarse también a la misma hora, según el período del año. No solo cuentan las horas que estés dormido, sino también aquellas que sean de descanso.

  1. Quítate de encima “los deberías”: Comencemos valorando cuáles son para ti los importantes, prioricemos los más necesarios e inmediatos.

Para ello, te puede ayudar es escribir antes de acabar el día o al desayunar cada mañana unos pocos objetivos diarios, pero que nuestra lista no sea excesiva, sólo lo más importante. Te sentirás fenomenal a medida que vas tachándo lo conseguido.

  1. Cuida tu alimentación, los bajones de glucosa, y mantenerse hidratado.

En ciertas ocasiones, como con el teletrabajo, malos hábitos alimenticios pueden ser un síntoma de ansiedad.

Llamamos ansiedad por comer a ese estado en el que la persona come sin tener hambre real y de manera objetiva. La persona siente que necesita comer, aunque realmente no tenga hambre, para poder satisfacer “algo” que le está perturbando. Y ese “algo” se traduce en un conflicto emocional que no está resolviendo de forma adecuada, por tanto, el sujeto come para saciar unas necesidades emocionales y nunca físicas.

La persona come porque esto hace que se sienta bien a corto plazo, y es que el acto de comer libera numerosos neurotransmisores como la dopamina que nos hacen sentir placer. Al poco tiempo, la persona se vuelve a sentir mal, de nuevo con ansiedad, ¿por qué? porque la causa real y principal no se ha solucionado para nada con la comida ingerida y además se le añaden los posibles sentimientos de culpabilidad, vergüenza y remordimientos por el acto anterior que ha servido para poco. ¿Resultado? más ansiedad. Y así empezamos de nuevo el bucle.

Tomarte pequeños descansos, micromeditaciones, con ejercicios de respiración y beber agua puede servir de medidas para no incurrir en este circulo vicioso.

Las infusiones calientes, tipo poleo-menta, manzanilla, té, rooibos, tila… también nos ayudan a sentirnos más saciados, y si realmente crees que tienes hambre real tomar algo saludable como una pieza de fruta, por ejemplo.

  1. Se autocompasivo con tus sentimientos. Estate atento a ellos pero no dejes que te invadan, pues realmente no son el resultado de una realidad, sino de como sentimos nosotros una determinada situación, y tú eres mucho más que un sentimiento concreto.

Sea o no un sentimiento negativo, justificado o no, nos proporciona información de carencias, y de su análisis puedo obtener información de como mejorar mi vida.

Decía Ortega y Gasset que: «No somos participio, somos gerundio. No estamos hechos del todo, sino que poco a poco nos vamos haciendo».

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