Las rupturas de pareja tienen una enorme incidencia,con proyección futura, sobre sus miembros e hijos,
En muchas ocasiones no tendrán las personas que se separan las habilidades cognitivas para gestionar su ruptura, por lo que suelen delegar sus conflictos sobre responsabilidad parental en sus abogados, y a la postre en la autoridad judicial.
La ruptura de la relación sentimental de la pareja se produce en unas fases -aquí señalaremos tres-, que comportan un duelo en cada miembro, que no se vive en los mismos tiempos por cada uno.
Debe tenerse en cuenta para el mantenimiento de una parentalidad positiva, pues la unidad familiar no desaparece cuando hay hijos, sino que debe estructurarse de manera diferente.
En una primera fase de la ruptura de previa al divorcio legal, se producen sentimientos como desilusión, distanciamiento sentimental del otro, y pérdida de confianza.
La pérdida de confianza es grave y difícil de recuperar, si se llega a pensar que el otro puede hacerme daño dolosamente.
En la toma de decisiones están presentes los miedos, las dependencias emocionales, el sentimiento de pérdida del otro, la modificación de roles, el sentimiento de fracaso, el ego.
En esta fase cabe una negociación en los miembros de la pareja si se mantiene el respeto, pero suele ser conveniente una intervención terapéutica y mediadora.
No conviene salvar la ruptura cuando lo que negocio son mis valores, mi propio ser, mi dignidad, pues lo que quedaría es una relación indigna.
Durante la segunda fase que se inicia con el divorcio legal, se mezclan sentimientos de autocompasión y supervivencia, con el divorcio patrimonial, que incide en todos los demás aspectos de la ruptura, de ahí que es positivo si es posible desvincular el divorcio legal del patrimonial.
La tercera fase sería el postdivorcio de la pareja. Si las anteriores fases se han llevado adecuadamente, finalizaría con una despedida amistosa de ambos miembros, admitiendo la nueva forma de relacionarse y de ejercitar los roles parentales con relación a los hijos comunes.
Pero no siempre es posible llegar a esta despedida amistosa, y dependerá si la decisión se adopta por ambos o unilateralmente, y de un cierre adecuado del divorcio patrimonial.