LA PRISA

«No se trata de llegar atodo, sino de vivir lo que alcanzas»

Juanma Quelle

Pese a los avances técnicos e informáticos, llamados a mejorar nuestra vida, vivimos en la sociedad del aquí, ahora, rápido, ya. Deprisa, deprisa.

Éste estilo de vida hiperactivo conduce a la persona a desconectar de sus emociones, de lo que le está pasando en su presente, además de desviarlo de lo más importante: amar.

El estilo de vida acelerado no implica sentir más y mejor, ni eficiencia, ni disfrutar, ni vivir más.

El médico Gregorio Marañón decía que «en este siglo acabaremos con las enfermedades, pero nos matarán las prisa».

Muchos niños y niñas viven en un mundo donde también reina la productividad, con excesivos deberes y actividades extraescolares, con escaso tiempo para jugar, relacionarse con sus amigos o simplemente para hacer lo que les gusta.

Un estilo de vida productivista e hiperactivo produce estrés, una enfermedad que afecta negativamente a nuestro bienestar emocional y corporal al vernos superados por nuestras expectativas.

LA PRISA

¿La prisa?

¿Qué es la prisa?

Una ceguera, una niebla infranqueable,
una densura espesa de horas negras,
una prenda pequeña, una cadena
que tanto aprieta,
que rasga la piel.

La prisa es un ave estrangulada
por su propia prisión,
es la munición de la guerra contra el bien.

Un estúpido tornado
procurado y provocado
por los antiángeles,
las fuerzas del mal,
esbirros del eficacismo,
enemigos de la eficacia,
ya que esta última sabe a humanidad,
mientras que el primero
hiede a falso humanismo.

Con prisa no hay más que esfuerzos por no esforzarse,
no hay tiempo de ganar,
pero sí de perder,
no hay tiempo de querer,
mas sí de odiar,
no hay tiempo ni de dormir ni de soñar despiertos,
hay sólo de morir y de matar,
porque no lo hay de cuidar ni de vivir;
da tiempo, en tiempos de prisa,
de destruir únicamente,
nunca de crear o construir.
La prisa se lleva la inocencia, la garantía de la infancia,
la seguridad del ser,
la estabilidad del amor,
la satisfacción de la esperanza,
pues el dueño del ser,
de la vida,
de la seguridad,
de la estabilidad,
de la satisfacción,
del sentido de la fe,
del significado de la esperanza
y del ser intrínseco del amor,
el dueño de la verdad de nuestra esencia y existencia,
el dueño de nuestro tiempo
no conoce la premura,
no nos creó con prisa,
nos ama con paciencia
y nos espera sin gritos
ni llamadas intempestivas,
sino con la constancia reposada de quien no llega tarde,
pues nunca tiene prisa.

 

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