Es dificil alcanzar un equilibrio personal sin amor y sin trabajo.
Estos tiempos requieren que todos tomemos la decisión de dar amor y luz a los que nos rodean, y una forma de hacerlo es hacer visibles a los que intentan salir de un bache pero necesitan ayuda para ello.
Por destaco aquí la vida de dos personas que fue puesta en valor por la Gaceta de Salamanca, períodico que respeto por ello.
HISTORIA DE JORGE
Jorge lleva ocho meses esperando a que se resuelva su petición del Ingreso Mínimo Vital. No tiene para pagar el alquiler de su habitación este mes de marzo ni el próximo.
Fue en julio cuando, con ayuda de Cruz Roja, solicitó la prestación estatal tras presentar la documentación que se exigía de su empadronamiento, vida laboral y si estaba recibiendo alguna otra prestación. En noviembre y en febrero ha seguido recibiendo cartas del Ministerio de Inclusión y Seguridad Social solicitándole más documentos que no aparecían reseñados inicialmente e incluso Jorge ha aportado otros más “por si acaso”. En el registro ya le han advertido que hasta junio puede demorarse su resolución. “He presentado la sentencia de divorcio, los certificados médicos de la hernia discal y el asma bronquial que me complican la posibilidad de trabajar; y las ayudas que he recibido del Ceas del Ayuntamiento y de Cáritas para poder pagar el alquiler de una habitación estos meses”, relata este hombre, que explica que es la primera vez en su vida que ha tenido que recurrir a las ayudas sociales.
Su situación económica crítica le hizo regresar a mediados de 2019, tras 14 años de separación y viviendo en otro domicilio, a casa de su exmujer y sus hijos que le acogieron cuando ya no podía pagar el alquiler. No fue fácil y tras unos meses, confiesa que se sentía un “estorbo” y decidió volver a buscar una habitación de alquiler con el apoyo económico del Ceas y de Cáritas. Los cambios de domicilio en 2019 también han supuesto una problemática en la tramitación del Ingreso Mínimo Vital y ahora ha tenido que justificar esos meses que estuvo acogido en casa de su exmujer e hijos.
Ahora Jorge se busca la vida como puede. Va los domingos al rastro con una maleta e intenta revender material tecnológico de segunda mano que un amigo informático le regaló.
HISTORIA DE JAVIER
Javier Martínez llegó a Béjar hace unos años procedente de una comunidad de frailes de en Pinofranqueado en la zona de Las Hurdes, al norte de Cáceres, donde restauró imágenes religiosas durante dos décadas. Tiene 72 años, y eligió el barrio de Los Praos para iniciar una nueva vida y en esa zona, la más poblada de la ciudad, descubrió un pequeño jardín descuidado y convertido en un zona insalubre.
No lo dudó ni un momento. Javier Martínez se puso manos a la obra para restaurar ese espacio de propiedad municipal ubicado en la trasera del campo de fútbol de Mario Emilio y que recibe el nombre de jardines de Hernán Cortés.
Pidió permiso al alcalde para intervenir en el jardín, y comenzó su tarea en 2014.
Poco a poco, fue modificando la imagen de ese espacio hasta convertirlo en un rincón muy especial.
Hoy cuenta con árboles, plantas decorativas, césped, bancos y elementos decorativos como los escudos de Béjar, Castilla y León, Puerto de Béjar Salamanca y España, entre otros, que Javier Martínez pintó sobre la pared que delimita con el campo de fútbol como buen aficionado a la conservación.
Su gran labor altruista fue reconocida en el año 2016 por el Ayuntamiento de Béjar, que entregó a Javier Martínez una placa para agradecerle su trabajo con el que logró convertir un espacio lleno de suciedad y ratas en una zona verde.
Y fue precisamente haciendo lo que más le gusta cuando sufrió un serio problema de salud.
Recuerda que “trabajando en una parte del jardín me dio un ictus”, por lo que ya no puede seguir al frente de esa tarea, y como ha indicado al diario de la Gaceta de Salamanca, y este publica el 20 de abril, busca alguna persona voluntaria que quiera mantener viva su obra.
Vive solo en un piso junto al jardín, que compartía con un amigo fallecido hace unos años. Sintió mucho esa pérdida pero siguió con su labor en el jardín hasta que su salud empeoró. “Me da pena que nadie lo cuide pero es que yo ya no puedo hacerlo” afirma.
Los vecinos de la barriada de los Praos en la que reside agradecen su interés en conservar ese espacio aunque están más preocupados por la salud de Javier Martínez porque “ya no puede estar solo”, afirmó ayer un vecino. De hecho, confirma que el fallecimiento de su compañero supuso un duro golpe para Javier Martínez, que tiene dificultades en el habla y en el andar.
“Estamos muy agradecidos por la labor que ha hecho durante este tiempo” afirma otro vecino que añade que “al menos, tenemos un jardín cuidado y sin ratas ni suciedad” pero lamenta que Javier Martínez no pueda seguir con su obra.
Desde su ventana, puede contemplar su obra aunque ya apenas puede hacer nada por ese jardín tan querido para él, en el que colocó un monolito con una placa en la que reza “Cada cosa tiene su belleza pero no todos pueden verla. Podrán cortar las flores, pero no podrán detener la primavera”.