EL CAMINO DE JESUCRISTO

El Camino de Jesucristo es un amor incondicionado que nos lleva a Dios y nos libera de la muerte.

Es un Camino en el interior de cada uno, y a la vez común para todos los hombres.

Jesucristo nos acompañarnos en ese Camino si se lo pedimos, mediante la Eucaristía y la oración.

Estar en comunión con Jesucristo nos compromete a ser para los demás, para todos.

El que me ama –dice el Señor– guardará mis mandamientos. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros. Por tanto, el que no ama al prójimo no guarda su mandamiento. Y el que no guarda su mandamiento no puede amar a Dios.

El que ama a Dios ama también inevitablemente al prójimo.

No digáis –advierte el profeta Jeremías–: «Somos templo del Señor». Tú no digas tampoco: «La sola y escueta fe en nuestro Señor Jesucristo puede darme la salvación». Ello no es posible si no te esfuerzas en adquirir también la caridad para con Cristo, por medio de tus obras. Por lo que respecta a la fe sola, dice la Escritura: También los demonios creen y tiemblan.

El fruto de la caridad consiste en la beneficencia sincera y de corazón para con el prójimo, en la liberalidad y la paciencia; y también en el recto uso de las cosas.

El que tiene este amor verdadero no puede guardar para sí su dinero, sino que lo reparte según Dios a todos los necesitados.

Pero la caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino, sobre todo, con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales.

El que, renunciando sinceramente y de corazón a las cosas de este mundo, se entrega sin fingimiento a la práctica de la caridad con el prójimo pronto se ve liberado de toda pasión y vicio, y se hace partícipe del amor y del conocimiento divinos.

El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina no se cansa ni decae en el seguimiento del Señor, su Dios, sino que soporta con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear mal a nadie.

Uno llega a la verdadera rectitud a través de las obras y no sólo por la fe.

Porque, así como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe que no produce obras está muerta.

Si alguien cumple toda la Ley, pero falla en un solo punto, es como si faltara en todo.

La transigencia es señal cierta de no tener la verdad. —Cuando un hombre transige en cosas de ideal, de honra o de Fe, ese hombre es un… hombre sin ideal, sin honra y sin Fe.

Ama a la Señora. Y Ella te obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana.

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