La escucha es una herramienta fundamental para pacificar los conflictos de familia.
A las personas nos gusta que nos escuchen, es un síntoma de empatía, nos hace sentir que nos tienen en cuenta.
Sentir que nos escuchan es un alivio de nuestro dolor moral en una ruptura. Pero en la sociedad de las redes sociales, de las prisas, de la tecnología, la escucha se está perdiendo. Ya son raras las tertulias o sobremesas, y menos los amigos que nos escuchan sin interés, por amor, para ayudarnos.
En el caso del abogado o del juez la escucha profunda es básica en el correcto desarrollo de su servicio.
Escuchar es oír con plena atención e interpretar el relato, sin interrumpir, sin distracciones, focalizando en el que habla.
El sistema judicial actual hace dificil esa escucha por la carga de trabajo de los abogados y de asuntos que tienen que resolver los jueces, estresando todo el sistema, haciéndolo inútil en muchos casos de conclictos de familia el fin último del mismo, que es recobrar la paz personal y el clima de tranquilidad y no violencia en que queremos que crezcan nuestros hijos.
Por eso requiere el tiempo preciso y a menudo plantear preguntas para cotejar que lo entendido coincide con lo que me ha querido transmitir, pero preguntas no inquisitivas o manipuladoras, sino como desde la curiosidad del niño.
Escuchar require la paciencia de no interrumpir hasta que nos puedan contar todo el relato, permitiendo que el que cuenta su conflicto sentimental se desahogue, que suelte las frustaciones y decepciones acumuladas.
Sentirse escuchado puede ser tan importante para el cliente de un abogado de familia como gestionar su ruptura.
Cuando hablemos al que nos ha expuesto su situación, debemos hacerlo con un tono adecuado, que transmita la serenidad y traquilidad que superar el trance de una separación o divorcio requiere; sin dejarnos llevar por nuestros propios sentimientos y emociones, aunque pensemos que la postura del cliente o del ciudadano que acude al juzgado es equivocada o victimizadora en extremo, procurando no juzgarle, sino encauzarle hacia una solución de consenso en una visión global del conflicto, para lo que ayuda tremendamente la colaboración con el abogado de la otra parte de dicho conflicto, y por tanto la escucha y la negociación con él en la busqueda de una solución de consenso.
Escuchar es permitir que pueda cambiar mis pensamientos por la palabra del otro. La clave es estar abierto a escuchar la diferencia con actitud de comprender y legitimar el derecho a pensar diferente, sólo desde ahí aparece la transformación y la posibilidad de paz.