La serpiente era el más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer:
«¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?».
La mujer contestó a la serpiente:
«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”».
La serpiente replicó a la mujer:
«No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió.
Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se pasaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.
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COMENTARIO
Somos expertos pensadores, nos encanta pensar la vida en lugar de vivirla.
Hasta que comieron de la manzana Eva y Adán vivían la vida aceptando como eran, bajo la gracia de Dios, en vez de pensarla y querer ser más de lo que eran.
La inteligencia del hombre es digna de admiración, pero también muy peligrosa.
El hombre, en el siglo XXI todavía no conoce científicamente cómo funciona su cerebro, como nacen sus emociones y pensamientos.
Evidentemente su capacidad de imaginar le ayuda a solucionar necesidades, incluso a modificar los ecosistemas de la creación.
Pero también hay hombres y mujeres a los que su mente los lleva a un fanatismo, que les impulsa a provocar desastres e incluso guerras; o que por sus incontroladas emociones o su egoísmo, causan mucho daño a otros.
La manzana del Génesis son algunos de nuestros pensamientos, pensamientos que nos pueden llevar a sentimientos y acciones equivocadas, a veces.
Tenemos que asumir nuestra ignorancia, nuestra debilidad, y buscar fuerza en la gracia, unidos, para superar los obstáculos de nuestro Camino, y las tentaciones de nuestro enemigo común, el demonio, el mal.
Mal que nace de nosotros mismos también, por propuestas equivocadas de nuestro pensamiento que constituyen tentaciones internas, que se producen también por las externas.
Si por nosotros mismos no podemos hoy en día saber cómo somos, si nuestros pensamientos puede que no reflejen la verdadera realidad extensa de una determinada situación, y si nuestros pensamientos erróneos pueden llevarnos a actitudes o acciones equivocadas, ¿no deberíamos ser más respetuosos y compasivos con nosotros mismos, y con los demás?
Ser humildes y entrar en la cadena del respeto, es una forma positiva de ser, para nosotros mismos y para los demás; y a esa forma de ser, se llega con disciplina, no dejando que nuestro propio pensamiento nos engañe.
En ocasiones sentimos que uno no puede hacer nada para cambiar lo que no le gusta, pero todos tenemos un impacto en nuestro ambiente, para lo bueno y para lo malo, aunque la mayoría de las veces no seamos conscientes de ello.
Los hombres perdimos la gracia de Dios, pero Jesucristo redime a los que le reconocen y siguen su Camino.
El Espíritu Divino, la gracia, da sentido a nuestra vida y trascendencia a nuestro dolor. Nos impulsa a mejorar la relación con los demás, a la misericordia, a la alegría, a la disciplina, y es la motivación de seguir nuestro Camino, pese a las dificultades de cada día. Sin la gracia seremos desgraciados.
Por mucho que nos engañemos, o nos manipulen, no nos sentimos bien caminando por la vida sin un ideal, sin un sentido de su dolor y dificultades. Tratando de mantenerme a flote, de sobrevivir, cerrado en uno mismo.
Sin embargo, a poco que abramos la botella de nuestro corazón, el Espíritu de Dios nos inundará, y todo en nuestra vida tendrá una misión, un sentido, y dejaremos de sentirnos desgraciados.