¿Saben Vds. del caso del famoso médico D. Bartolomé que en 1905 descubrió la que llamó “vacuna moral”, y convenció a las autoridades de su pequeña Isla de 571 Km cuadrados para que se la inocularan obligatoriamente a la población?.
Su objetivo: conseguir “la purificación ética de la raza humana y la conversión de los viciosos y criminales en personas probas, decentes y correctísimas”.
Desde el boom del turismo las autoridades de la Isla eran incapaces de contener una creciente marea de borracheras, riñas, desacatos a la autoridad, costumbres disolutas y hurtos.
El mesiánico doctor Bartolomé, con el apoyo de las autoridades, organizó entonces una campaña de vacunación que se pusieron casi todos los ciudadanos residentes en el Hospital de la Isla, en un día festivo que las autoridades decretaron al efecto, pocas semanas antes del Carnaval.
Estupendos fueron los resultados de la vacuna moral, excediendo los cálculos más optimistas. Cesó enteramente la criminalidad; huidos para siempre parecían el vicio, la codicia y la deshonestidad.
Los bares se vaciaban, en ausencia del encanto de la conversación maledicente. Los propietarios de salas de baile ya dejaron de proporcionar a la población los espectáculos de música., luz y erotismo que eran tradicionales en la Isla. Las drogas y excitantes fueron abolidos del consumo habitual de los jóvenes, entregados al deporte y lectura como forma habitual de diversión.
Los turistas que llegaban a la Isla se encontraban con una pacífica Isla bonita, pero en la que no pasaba nada extraordinario, nada singular, y dejaron de venir masivamente de vacaciones, lo que tampoco preocupó a los residentes, pues no necesitaban ya tanto dinero para gastar, pues no había nada en que hacerlo.
Los políticos y caciques de la Isla, tanto los de izquierdas como los de derechas, también empezaron a lamentar la indiferencia de los ciudadanos, y a temer que tendrían que trabajar para comer. Sin vicios y sin malas pasiones, con salud, economía y trabajo, ¿qué les importaban a los Isleños los credos políticos e ideológicos salvadores y las panaceas sociológicas infalibles?.
Los ciudadanos también dejaron de ir a misa: “¿Para qué pedir a Dios lo que el trabajo y la sobriedad proporcionaban?. La apostasía se generalizó.
Muchas personas y empresas que vivían de la otrora industria relacionada con el turismo y la fiesta de la Isla se vieron perjudicados, y promovieron por publicidad en las redes, y con ajustados incentivos a los prebostes, que los residentes añoraran a sus anteriores costumbres y deseos.
Poco a poco la rutina hizo que muchos isleños se sintieran atrapados en el día de la marmota. Desayuno, trabajo o estudio, familia, siesta, deporte o paseo, cena y a dormir. Y así un día tras otro, tras otro, tras otro.
La gente se empezó a aburrir de la monotonía de la vida sana y trabajada. Aburrirse de tanto orden y honradez. Se conocían demasiado como para sorprenderse de nadie y de nada, añoraron épocas de su estilo de vida pasado, y empezaron a pedir un antídoto que revirtiera los efectos de la vacuna moral.
La realidad es que jamás existió una inyección para controlar la moral de los ciudadanos. Todo había sido un experimento de sugestión colectiva perpetrado por el doctor y un amigo suyo político. La vacuna moral era falsa. Pero D. Bartolo y su amigo político D. Abel, reputado cacique de la Isla, continuaron con la farsa, y el doctor ofreció a los habitantes de la Isla un antídoto: media copa de un misterioso licor de hierbas y otras sustancias, que en realidad era agua con maceración de hierbas de la propia Isla.
Los ciudadanos, incluso los prebostes y caciques se abalanzaron sedientos a los garrafones y saborearon con infinita codicia aquel filtro pasional que prometía la punzante dulzura del fruto prohibido.
Los residentes tomaban su media copa y seguían bebiendo a tragos. Inmediatamente llegó la contra sugestión. Comprimidas un año, estallaron violentamente las pasiones. Se propagó el vicio y la lujuria con inaudito descaro y vergüenza. Durante un mes, los habitantes de la Isla vivieron en plena bacanal. muchas parejas rompieron. El alcalde de la capital incluso realizó adjudicaciones de obras a una empresa de la familia de su secretaria con la que fornicó y fue objeto de escándalo, y en tres días se cometieron múltiples hurtos y abusos de todo tipo, que dieron lugar a fiestas escandalosas, borracheras e incluso se produjo un importante incendio en la zona norte de la Isla.
Todos los atrasos del amor, todas las deudas del odio, de la vanidad, de la envidia y hasta de la pasión política fueron saldadas en un momento, con escándalo de las personas honradas, que huían en tropel de la Isla envenenada.
También huyeron en barco el doctor y su político amigo.
Juntos veían alejarse su Isla en el horizonte desde la borda.
-Que enorme poder se puede ejercer en la población la sugestión, y que poderosa arma tienen los que pueden ejercerla en la población, para el bien o para el mal de a quienes se dirige- Le musitó D. Bartolomé a D. Abel.
– Cierto Bartolo, y ¡qué fácil el que te varíe el ánimo, que te hagan sentir que algo te falta¡-cualesquiera sean sus circunstancias la gente vive en una crisis existencial permanente-, respondió D. Abel.
Por eso los pueblos sin fe viva, profunda, son muchos más sugestionables, más manipulables a intereses de gente sin escrúpulos.
Los que trabajamos con personas sabemos que lo importante no son nuestros conocimientos, ni nuestras habilidades, sino el amor con que vivimos y actuamos cada día.
Sólo uno mismo puede adquirir sus conocimientos y habilidades, pero el amar y sentirte amado no siempre depende de uno mismo.
Amas cuando sientes que lo que le pasa al otro, lo que siente el otro, es tan importante que lo que te pasa o sientes tú. Haces su dolor o sus alegrías como tuyas. Las compartimos.
De hecho, date cuenta que muchos de nuestros paisanos vivían felices aunque llevaran una vida humilde pero ordenada, incluso aunque en circunstancias su vida no fuera fácil; y otros que vivían mucho más desahogados y en la abundancia se sentían infelices y aburridos.
-Si. Vivían en su yo, y ese ego es lo que les hizo manipulables. Han vuelto a sus vicios porque pensaban que les faltaba la fiesta y la vida extraordinaria. Pero no se dan cuenta que lo extraordinario es vivir en una sociedad enlazada en el servicio y el amor-, respondió D. Abel.
– El que no vive para servir, no sirve para vivir-, concluyó.
Pero vamos a dejarlo Bartolo, que nos estamos poniendo muy profundos; en cualquier caso en gran medida es un tema de educación, y es difícil tratar de hacer sentir lo que uno no ve, especialmente cuando se está sugestionado por una ideología o por un grupo. Lo normal es que si tratas de dialogar con el que cree o busca otra cosa se te ponga como enemigo, le siente mal.
Está claro que en estas cuestiones cada uno es cada cual, por eso hay que tener mucho cuidado con las influencias y sugestiones que nos vienen interesadas de fuera. Pero mira vamos dentro que ya no se vé nuestra Isla, y ese es ya problema de los que en ella dejamos residiendo.