EGOCENTRISMO PERTURBADOR Y COMUNICACION

El egocentrismo, también llamado “yoismo”, es una característica del comportamiento de una persona que se caracteriza por que se preocupa fundamentalmente de él mismo y de sus propias necesidades, es decir, son egoístas, y suelen hablar de sí mismos –egotistas-, utilizando el ‘yo’ habitualmente, siéndoles difícil escuchar al otro. Además, suelen tratar al otro con superioridad, y si no estás de acuerdo con su opinión, tú eres el equivocado. Existen diversos grados y manifestaciones de este comportamiento, como la envidia, ansiedad y fobias, trastornos depresivos e incluso adicciones.

Más grave, pues puede llegar a ser un trastorno de la personalidad, es el narcisismo, que es un sentido excesivo de auto importancia y necesidad de atención y admiración constantes, y el ególatra, que es tener un culto excesivo a sí mismo.

Si bien los narcisistas son egocéntricos, no todos los individuos egocéntricos son narcisistas.

El egocentrismo de un narcisistas puede ser un trastorno que perjudique gravemente a ellos mismos y a las personas que les rodean, pues en su extremo las personas narcisistas piensan que tienen derecho a todo, tienen falta de empatía, y usualmente no pueden discernir lo que está pasando a su alrededor, no solamente interpretan desde su propia perspectiva lo que otros dicen y hacen, sino que también llegan a sus propias conclusiones sobre cómo los perciben los demás, y lo que es peor, tienden a ser manipuladores y explotadores en sus relaciones para conseguir sus propios fines.

Es importante destacar que estos rasgos pueden variar en intensidad y no todos los individuos que muestran estos comportamientos tienen un trastorno de personalidad narcisista.

Conviene distinguir también al egocentrista del ególatra. El ególatra es una persona que tiene una admiración excesiva hacia sí misma, y es un rasgo de la personalidad que puede llegar a ser un trastorno cuando la veneración llega al extremo de no admitir que exista otra persona que nos supere en algo.

Pero siempre hay grados, tanto del narcisismo como del egocentrismo, que pueden ir desde lo aceptable hasta lo patológico.

Además, todos hemos sido egocentristas en nuestro desarrollo personal, especialmente en la infancia y adolescencia. El problema es que ya de adultos tengamos una personalidad egocéntrica de manera excesiva, es decir, que exaltemos ordinariamente nuestra personalidad frente a los demás con el objetivo de ser el centro de la actividad, reunión o conversación, dando excesiva importancia a la opinión que los demás tienen de nosotros.

A pesar de que el egocéntrico puede dar la imagen de una gran confianza en sí mismo, puede que tenga una baja autoestima y proyecten una autoconfianza artificiosa consecuencia de algún trauma proveniente de la infancia – por ejemplo, un internado en la infancia, algún complejo, o quizás están escondiendo su infelicidad ante la vida-, o no haya tenido el amor deseado en su infancia, o simplemente no les hayan educado con el valor de la humildad.

La escucha activa es muy importante en la comunicación, y para escuchar, primero debemos mantener silencio. En la escucha verdadera no sólo nos concentramos en los que nos dicen, sino que reflejamos con gestos o de alguna manera que estamos atentos a lo que nos dice, para que el sepa que realmente le estamos atendiendo y escuchando. No hacemos otra cosa, como mirar el móvil o seguir haciendo lo que estábamos haciendo cuando nos aborda el que quiere comunicarnos algo. Este tipo de escucha no suele darse con las personas egocentristas.

Es bueno dar nuestra opinión si así queremos o sobre todo si así nos lo piden, pero siempre desde el respeto y la humildad.

Cuando se escucha a la otra persona no es bueno:

  • Distraerse durante la conversación
  • Interrumpir al que habla
  • Juzgarlo y querer imponer tus ideas
  • Ofrecer ayuda de manera prematura y con falta de información
  • Rechazar y no validar lo que el otro esté sintiendo
  • Descalificar al dar tu opinión
  • Contar tu propia historia en vez de escuchar la suya

Sólo si conocemos los detalles de las situación que se nos exponen es bueno dar consejos, pues en otro caso podemos dar un consejo equivocado o perjudicial para la persona que precisamente queremos ayudar. Y siempre que demos un consejo advertir que no es positivo una opinión profesional en algo que ya está siendo tratado por otros profesionales y sobre lo que no conocemos todos los datos y especialmente si hay dos partes en un conflicto y sólo escuchamos a una.

Si nos piden una opinión, si la das es bueno advertir que es eso sólo nuestra opinión con los datos que nos aportan nuestros interlocutores: » En mi opinión con lo que me indicas…», o «Tengo la impresión hasta lo que yo sé que …». Si no estamos seguros o no puedo decir nada al respecto simplemente indicarlo.

Imaginemos que nos preguntan donde está una calle y realmente no estamos seguro de ello, ¿no sería prudente decirlo en vez de enviar a la persona que nos pregunta a lo mejor a una dirección equivocada?.

Si no nos han pedido nuestra opinión sobre algo, y queremos darla, es conveniente pedir permiso para darla, y esto incluso con personas muy cercanas, pues aún en estos casos creará un ambiente adecuado para la conversación, evitando un posible conflicto. Frases como: ¿te puedo dar mi opinión?, ¿puedo compartirte mi punto de vista?.

En todo caso nuestra opinión debemos ofrecerla en momento y circunstancia adecuada, y sin juzgar a las personas por su duda o comportamiento respecto de una situación. Aunque una persona se define por sus hechos y no por sus dichos, juzgar a una persona basándose en una sola circunstancia puede ser injusto y sesgado. Las personas son complejas y multidimensionales, y sus acciones pueden estar influenciadas por una variedad de factores contextuales en un momento determinado. Es importante recordar que todos podemos cometer errores y que un incidente aislado no define quiénes somos como individuos.

¿Cómo saber si estamos siendo o no muy egocéntricos?

Planteándonos en forma de preguntas si nos comportamos como hemos indicado, y respondiéndonos con sinceridad, o mejor, preguntándoselo a nuestra pareja o a un amigo verdadero.

Debemos chequearnos para corregirnos si tenemos actitudes egocéntricas, pues la convivencia con un egocéntrico puede ser difícil para los demás, especialmente para nuestra pareja y amigos, y llevarnos al resultado contrario al que perseguimos. La pareja suele ser un buen espejo para este chequeo.

Siempre podemos mejorar, disciplinar nuestro egocentrismo. También puede ocurrir que no sea fácil sin ayuda que determine un verdadero cambio en nuestro nuestro pensamiento, sentimiento y comportamiento. Centrarnos en el estado de nuestra espiritualidad puede ser un camino.

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