Baltasar Gracián nos dejó en 1647 unos aforismos comentados en un libro que tituló “El arte de la prudencia”, propias de un mundo competitivo y hostil, que son también extensibles a las relaciones familiares.
Nos enseña cómo el carácter y la inteligencia son los dos aspectos importantes para lograr la perfección como persona, recordándonos que no se nace hecho, cada día uno se va perfeccionando en lo personal y en lo laboral.
La Orientación Familiar es una ayuda para los padres en su labor de primeros educadores de sus hijos así como para su propia mejora personal y matrimonial.
D. Baltasar aconseja que hay que manejar los asuntos propios generando expectación, es decir, no ser excesivamente transparente.
Y que el saber debe ir de la mano del valor. Un hombre sin conocimientos es un mundo a oscuras, pero sin valor es estéril la sabiduría.
A veces es más responsable de lo malo el cobarde que huye y permite el mal, que el violento que lo promueve.
Nos da un consejo profesional que no es extensible a las relaciones personales: aconseja hacernos indispensables.
El sagaz prefiere los que le necesitan a los que le dan las gracias. El agradecimiento vulgar es olvidadizo y es un error confiar en él.
Más se saca de la dependencia que de la cortesía. La naranja exprimida cae del oro al lodo. Acabada la dependencia, acabada la correspondencia.
Este consejo no es adecuado en las relaciones de pareja. La dependencia emocional o económica es contraria o lastra las relaciones verdaderamente libres basadas en valores, estima o amor.
Que tu jefe ni sospeche que tú eres o te crees más listo que él.
Viví un caso en primera persona. Tuve un cargo representativo en una empresa, y en una vacación del director general solucioné un conflicto muy importante pendiente en la misma, y en vez de tener un reconocimiento, me gané la desconfianza de mi superior.
Siempre fue odiada la superioridad, y más por los superiores, y es extensivo a las relaciones familiares o de pareja.
Por eso en las diferencias familiares hay que buscar soluciones consensuadas, porque la decisión unilateralmente impuesta, aunque lo fuere judicialmente, no suele ser solución.
D. Baltasar desaconseja apasionarse. No hay mayor señorío que el de sí mismo, de las propias pasiones; y si eres apasionado en lo personal, nunca lo seas en lo laboral.
Un error en la defensa de los asuntos de familia es mimetizarse con los sentimientos del cliente, pasando a una parcialidad subjetiva, mudando de abogado a cliente; esta postura de hacer propio el problema del cliente arrastra al abogado a un carrusel de emociones que irán en perjuicio de la defensa, y lo posiciona en una postura adversativa con la visión del abogado de otra parte, que dificultará llegar a una solución consensuada en el conflicto.
Don Baltasar aconseja eludir los defectos del ambiente en donde nos ha tocado vivir, de nuestra nación, de nuestra familia, de nuestro estado, de nuestra ocupación o de nuestra edad. Corregir o por lo menos disimularlos, es un triunfo, que nos hará ser aún más valorados y únicos entre los nuestros.
Para ello desde luego se requiere una dosis de disciplina y constancia, y mucha personalidad.
Por último, en cuanto a este trabajo, Don Baltasar nos recuerda la importancia de tratar con quien se pueda aprender, y por tanto con el que admiramos, especialmente si es nuestra pareja o circulo de amigos.
De hecho, la admiración en un sentimiento que se asemeja al amor y lleva implicito respeto.
Especialmente es importante cuidar la admiración mutua en la pareja.
Si hay algo realmente importante en una relación es que te sientas especial, único y elegido para la otra persona. Y esto es admiración. Tan importante es que te digan “te amo” a que te digan “te admiro”.