La angustia del juez de familia es muy común. En gran medida deriva de la falta de tiempo por la carga de asuntos que tiene que estudiar y resolver, que en muchas ocasiones le sobrepasan. El exceso de asuntos le impiden la necesaria reflexión que cada caso sabe que requiere para la resolución de ese asunto de forma que sea realmente solución del conflicto.
El juez de familia debe compaginar ese trabajo principal con el de su relación con la oficina judicial, que es su equipo, su unidad de apoyo, normalmente defectuosamente dotada por la autoridad administrativa que tiene la responsabilidad de esa dotación, influyendo también en su trabajo el clima de la oficina, de la que se le considera el máximo responsable.
Hay que fundamentar los asuntos, hay que escuchar a los profesionales y a las partes en los juicios, hay que oír a los menores, hay que atender al personal del juzgado, pero la falta de tiempo no permite a los jueces atender de forma pertinente a las partes y al personal del juzgado, ni dejar que los profesionales se expresen en los juicios y vistas el tiempo que deseen. La presión de señalamientos lo impide si quiere tratar a todos por igual.
La angustia del juez disminuye si hay buena comunicación y satisfacción entre los profesionales, y con su unidad de apoyo directo, y con la Fiscalía; en modo angustia es muy difícil que esta buena sintonía se mantenga.
También normalmente se escucha poco a los clientes por los abogados en los temas de familia, y en muchos casos se desconoce la versión del contrario que no sea por sus escritos en el juzgado. Se teme una escucha activa al cliente en conflicto familiar por la falta de tiempo, y porque sus palabras van cargadas de intensos sentimientos y temores, entre ellos, sentimientos de odio, tristeza, ansiedad, angustia, miedo, impotencia.
Tampoco se escucha debidamente por los jueces a los profesionales. Su versión se la presupone sesgada por la falta de conocimiento del profesional de la versión de los dos justiciables. Ni siquiera se escucha debidamente a los hijos afectados por la ruptura. La Fiscalía tampoco escucha a los menores y justiciables como ellos esperan, y su relación con el tribunal es normalmente de subsistencia en la carga que el Fiscal también tiene, de mínimos.
La escucha activa y silenciosa del juez posibilita saber realmente que siente y que quiere el justiciable, y cuál es la solución menos mala en su conflicto globalmente considerado, y cuál es el interés de los menores, y abre el campo para una verdadera cercanía del sistema judicial con el justiciable, y es el comienzo para posibilitar una solución que se consiga por la labor colaborativa de los profesionales en beneficio de ambos clientes.